sábado, 12 de octubre de 2013

EL AMOR Y EL TIEMPO


Hubo un tiempo en el que en una isla muy pequeña, confundida con el paraíso, habitaban los sentimientos como habitamos hoy en la tierra. En esta isla vivían en armonía el Amor, la Tristeza, y todos los otros sentimientos.

Un día en uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el Amor se despertó aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo inundada.

Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran. Todos corrieron y tomaron sus barcos y corrieron, y subieron a una montaña bien alta, donde podrían ver la isla siendo inundada pero sin que corriesen peligro.

Sólo el Amor no se apresuró, el Amor nunca se apresura. Él quería quedarse un poquito más en su isla, pero cuando se estaba casi ahogando el Amor se acordó de que no debía morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó en busca de auxilio.


La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no podría llevarlo ya que con el oro y con la plata que cargaba temía que su barco se hundiera.

Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, pues el Amor se había ensuciado ayudando a los otros; ella, la Vanidad, no soportaba la suciedad.

Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza, tan ensimismada en su pesadumbre que no quería estar acompañada por nadie. Pasó también la Alegría, pero esta tan alegre estaba que no oyó la súplica del Amor...

Sin esperanza el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía sobre la superficie del agua y comenzó a menguar.

Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco. El viejito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los otros sentimientos.

Recuperándose, el amor le preguntó a la Sabiduría quién era el viejito que le había ayudado, a lo que esta respondió:
-El Tiempo

El Amor cuestionó:
-¿Por qué sólo el Tiempo me ayudó?

La Sabiduría entonces respondió:
-Porque sólo el Tiempo tiene la capacidad de entender cuán valioso es el Amor.

EL ÁRBOL DE LAS MANZANAS


Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope y el le daba sombra. El amaba al árbol y el árbol amaba al niño.

Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:

-¿Vienes a jugar conmigo?

Pero el muchacho contestó:
-Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos.

-Lo siento -dijo el árbol-, pero no tengo dinero... Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes.

El muchacho se tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.

Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó:
-¿Vienes a jugar conmigo?

-No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?

-Lo siento, pero no tengo una casa, pero... tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa.

El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario.

Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado.
-¿Vienes a jugar conmigo? -le preguntó el árbol.

El hombre contestó:
-Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?

El árbol contestó:
-Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz.

El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo.

Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo:

-Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte, ni siquiera manzanas.

El hombre replicó:
-No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar... Ahora ya estoy viejo.

Entonces el árbol, con lágrimas, le dijo:

-Realmente no puedo darte nada.... la única cosa que me queda son mis raíces muertas.

Y el hombre contestó:
-Yo no necesito mucho ahora, sólo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años...

-Bueno, las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven siéntate conmigo y descansa.

El hombre se sentó junto al árbol y este feliz y contento sonrió con lágrimas.

El árbol... son nuestros padres.

Fuente: Para Reflexionar